Vaya si pasó el tiempo, 13 años. Pasó de todo en las vidas de Julio César Falcioni y Juan Román Riquelme. El primero no volvió a ser campeón desde que lo echaron de Boca, pero atravesó cuestiones de vida (la pérdida de su mujer y problemas de salud serios) que lo hicieron más fuerte para hoy recibir amor, respeto y, en palabras suyas, “reconocimiento en la calle”, cualquiera sea la camiseta que vista el hincha de turno. El segundo está inmerso desde hace más de cinco años en la política de su club, del que es el presidente a partir de fines de 2023.
Ambos confrontaron en su convivencia del comienzo de la década pasada. Hubo múltiples sucesos de los que casi nunca quisieron hablar. Sobre todo, del lado del entrenador, pero en las últimas horas, con postura distendida, Falcioni se atrevió por primera vez a recordar esos problemas. Si bien intentó ser elusivo, no explicitar todo, terminó lanzando bombas.
Hoy sin trabajo tras ser alejado de su querido Banfield hace nueve meses, Falcioni visitó ESPN y, entre anécdotas, recuerdos y opiniones, fue inevitable que se quisiera conocer su versión acerca de aquella época de conquistas en el club xeneize, aunque complicada por su frío vínculo con Riquelme. “Fueron muchos los equipos a los que dirigí y muy buenos. Uno de ellos es el Boca campeón invicto [Torneo Apertura 2011]. Creo que cuando salimos campeones en Banfield [Apertura 2009] tuvimos siete goles en contra, y en Boca fueron seis, en los dos casos, en 19 partidos. Terminamos a 12 puntos del segundo. Pero bueno: para algunos jugaba mal, no tenía brillo. No lo valoran, no. Seguramente porque estaba yo y porque no jugaban algunos…”, lanzó Falcioni una indirecta bastante directa. No había otro que el entonces número 10.
Por eso, el pie estaba dado para la pregunta lógica: si le habían boicoteado la final de la Copa Libertadores de 2012, perdida contra Corinthians (1-1 en La Bombonera y 0-2 en San Pablo). “No, no sé”, quiso desentenderse el hombre de 68 años. “Sí, sabés”, le retrucaron sin timidez. “Tengo códigos; me los guardo para mí. Cada uno sabe lo que pasó. Es así”, se mantuvo el entrenador. Pero cuando lo interrogaron sobre si había dialogado con “él”, entendió a la perfección: “No, porque no acostumbro a hablar con los jugadores antes ni después. Antes, sólo para decirle «vení a jugar a mi equipo», pero después, cada uno hace su vida”.
De a poco, la entrevista iba dirigiéndose a ese jugador enigmático. ¿Era verdadera la versión de que el DT se topó en el vestuario con el llanto de un futbolista antes de aquella final en Brasil? “Y, sí. Le pregunté y me contestó. Le dije «sos un b…, es la última vez que vas a jugar una final de Copa Libertadores». Y así fue, no la jugó nunca más. Cada uno sabe por qué se preocupa”.
¿Por qué lloraba? Riquelme había hecho trascender que, tras la final, se iría de la institución. Y lo confirmó ante sus compañeros en el vestuario en San Pablo. Un impacto que, poco antes de un encuentro de semejante talla, corrió el foco, distrajo de lo que tanto importaba: conquistar la Libertadores. El adiós del 10 era una bomba en medio de otras explosiones.
“Esa final de Copa tuvo muchas situaciones previas. Por lo de Facu [Roncaglia]: habíamos combinado que iba a jugar y el día anterior ya no se concentró porque sabíamos que no viajaría. Después hubo una reunión de los muchachos, antes del viaje, para pedir que Facundo viajara. No había sido una decisión mía; fue institucional porque el jugador ya no pertenecía al club. Y hubo un montón de situaciones que no dejaron tener una noche en paz y tranquila. No fue normal para jugar una final de Copa Libertadores”, reveló el Emperador.
Con todas las evidencias sobre la mesa, el apellido del hoy presidente fue arrojado a la conversación: se le recordó al director técnico la frase que Riquelme había utilizado para atacarlo en aquellos tiempos: “Hace ocho meses, me hizo correr como un b… contra All Boys y yo no dije nada”. Evadió y no evadió Falcioni. “Yo no le contesto a ese dicho. Nunca hicimos correr a nadie como un b… Después de eso, siguió jugando. Cuando estaba bien, lo ponía. Jugó casi toda esa Copa Libertadores. La Copa Argentina [2012] no tanto, y cuando salimos campeones invictos, tampoco. Pero a la Libertadores la jugó casi toda. Ganamos la Copa Argentina y el campeonato. Las otras, no. A buen entendedor, pocas palabras”, replicó concluyente.
“Yo en Boca no me peleé con nadie. Sólo tomé decisiones; nada más. Cuando no veía que estabas bien, no te ponía. Así de simple. Y ponía a otro que estuviera mejor. A algunos les gusta, y a otros, no”, continuó. Planteado lo difícil que era en Boca dejar fuera al ídolo Riquelme, Falcioni lejos estuvo de mostrar arrepentimiento. “Sin Riquelme salió campeón invicto ese equipo. Entonces no estaba tan equivocado. Yo no prescindí de él. Estuvo lesionado y no jugó medio torneo del que ganamos. A veces provocás que un jugador acelere su recuperación, y a veces, no”, argumentó, ya si nombrando a Román.
De hecho, lo responsabilizó de una situación que también hizo mucho ruido en aquel momento, cuando en el regreso de Venezuela, tras el debut por la Libertadores de 2012, se rumoreó sobre una eventual renuncia de Julio. “Yo le decía a determinado jugador que tenía que ir por la izquierda y, desde la cancha, le decían que fuera por la derecha. Nunca me pasó algo así en otro club. Terminé sacando al que no me hacía caso. Porque termino perdiendo autoridad”.
Aunque intentó guardar los secretos, Julio César Falcioni se descargó, incluso siendo medido. Trece años más tarde. Empieza a cerrarse el círculo de una historia que parecía, y parece, imposible de arreglar.
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