Marcos Gómez (34) y Florencia Barboza (28) llegan al bar de Punta Lara, para la entrevista con Clarín, como dos vecinos más. Pero ambos arrastran en el alma un dolor y una imagen que no se les va de la cabeza: el horroroso final de su hija Kim, de 7 años, asesinada por dos ladrones de 14 y 17 años, algo que tampoco pueden entender. Están enteros para lograr justicia por ella y para estar fuertes para su otro hijo, Ciro (10).
Ya no son pareja, pero se unieron en el peor momento de sus vidas. No hay grises en esto. Hace casi un mes, los videos de las cámaras de seguridad mostraron a Florencia corriendo desesperada detrás de su Fiat Palio rojo, que segundos antes se lo habían robado cuando paró por el semáforo en la esquina de 25 y 72, en el barrio Altos de San Lorenzo, de La Plata.
La mujer había ido a buscar a Kim a su clase de gimnasia rítmica. Eran pasadas las ocho de la noche del 25 de febrero cuando empezó la pesadilla. Los asaltantes escaparon con el vehículo hacia 22 y 72 e intentaron arrojar por la ventanilla a la nena, pero quedó enganchada con el cinturón de seguridad y los asesinos la arrastraron durante 15 cuadras hasta que perdieron el control. Fue una muerte salvaje.
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El dramático momento en que la mamá de Kim Gómez corría el auto donde iba su hija.
«En medio del shock, me aislé por completo, sin poder volver a mi casa ni comprender la magnitud de lo sucedido. Recién cuando vi el despliegue policial y los helicópteros, tomé real dimensión de los hechos. Pero, en lugar de disminuir, el impacto creció con los días. Los recuerdos se volvieron más nítidos y revivir imágenes en redes sociales solo hizo más difícil procesarlo», confiesa Florencia.
Marcos aporta: «El día después fue muy duro, caminé cuadra por cuadra, hablé con vecinos, vi restos con sangre de Kim y pedí cámaras. Después fui a la morgue, porque la autopsia de la nena ya estaba hecha. Quería verla, pero no me dejaban. Me explicaron que su estado no era recomendable, pero insistí: ‘Es mi hija, mi último momento con ella’. Finalmente, con la ayuda de mi abogado, me dejaron entrar».
El papá de Kim añade: «Cuando la vi, sentí un quiebre en mí. Antes de entrar, solo tenía odio y oscuridad y, aunque la bronca sigue, en ese instante algo cambió. Mi hija estaba incompleta, le faltaban partes, pero tenía una sonrisa, como cuando dormía con los ojos entreabiertos. En ese momento, algo se movió dentro de mí. Pedí que la taparan como estaba porque solo me mostraron su carita, pero quería verla completa. Sentí que debía cargar con su dolor».
«La imagen de ver en partes a mi hija no me la sacan más de la cabeza, pero tenía una sonrisa que marcó un antes y un después para seguir en esta lucha», insiste Marcos.
La vida después de un golpe letal
–¿Cómo están hoy? ¿Pudieron retomar sus vidas?
-Marcos: No. Justamente ayer estábamos charlando sobre eso. Trabajábamos juntos en la construcción de piscinas, ella me ayudaba con las redes y con el teléfono atendiendo a los clientes. Éramos un equipo, una familia. A ella le está costando mucho más que a mí. No hay un manual. Yo estoy con otras cosas en la cabeza. No me pude dedicar a mi trabajo. Tengo algunos compromisos que solucionar, pero la realidad es que todavía no sé si voy a seguir.
-Florencia: Trato de levantarme tranquila. Hace poco recuperé el teléfono y pude empezar a ver fotos de ella, más allá de las que circulaban por todos lados. Obviamente, la extraño, muchísimo, pero recordar su sonrisa, su carisma, la forma en la que ella vivía siempre con tanta alegría, hace que intente sacar fuerzas de donde no las tengo. Me cuesta mucho por momentos, pero estoy tratando de volver a la rutina, de pisar los lugares que compartíamos, como la escuela, aunque es muy difícil.
Además, Ciro, el hermano de Kim, me obliga a estar de pie como sea. Sé que me necesita, que nos necesita, y eso me impulsa a seguir. Nuestro mayor esfuerzo es tratar de que dentro del caos que estamos viviendo, él lo sienta lo menos posible. Su inocencia aún lo protege, no comprende del todo la gravedad de lo que pasó y queremos resguardarlo lo más que podamos.
–¿Marcos, cuáles son esas cosas que decís que tenés en la cabeza?
-Marcos: Desde que pasó lo que pasó, se me metió en la cabeza hacer algo para ayudar a la gente. Lo dije en varias oportunidades. Así que me estoy empezando a empapar de todos los problemas que hay en la sociedad. Cuando a uno le toca así, tan en la piel, tan adentro… nada, te llena.
Tengo un grupo de amigos que me están ayudando porque me gustaría abrir una fundación o una ONG, pero me falta investigar más sobre el tema. Son cosas que lleva mucho tiempo, de momento necesito hacer cosas que me llenen porque me siento vacío y decidí ir a ayudar a Bahía Blanca. Estoy buscando mi nuevo horizonte, me estoy reinventando y quiero hacer algo. Quiero sentirme vivo, marcar algo con la vida de mi hija, con el nombre de mi hija, con su memoria.
–¿Qué sintieron cuando se enteraron de que los asesinos de Kim estaban detenidos?
-Florencia: La verdad pensé que no los iban a encontrar. Yo tenía la fe perdida en todo sentido, pero me causó un poco de alivio, aunque al saber que son menores me causa un poco de miedo.
Marcos: Lo que me pasó fue muy extraño. Yo no estaba en La Plata cuando ocurrieron los hechos, y cuando me llamaron, no me dieron detalles. Al llegar, nadie me decía nada ni me permitían verla. Finalmente, me dejaron entrar. Cuando la vi en el estado en que estaba, quise pensar que no había sufrido, porque nadie me contaba cómo había sucedido todo. Pero cuando los vi, sentí una profunda indignación. Me invadieron la bronca, la ira, el enojo. Ni siquiera sabía cuántos años tenían.
–¿Sienten que la Justicia actuó rápido?
-Marcos: El trabajo que tenían que hacer en ese momento de encontrarlos lo hicieron. Pero el problema es más profundo, viene de las casas, la escuela, la educación.
Un pedido al presidente Javier Milei
–¿Pudieron reunirse con integrantes de los gobiernos nacional y provincial?
-Marcos: Me reuní con el gobernador (Axel Kicillof), con el ministro de Seguridad de la provincia (Javier Alonso) y me estoy por reunir con Patricia Bullrich, además de algunos diputados. O sea, me reuní con muchos. Todavía no me reuní con el presidente de la Nación, Javier Milei, aunque espero que me reciba. Él dijo públicamente que me iba a recibir.
–¿Y qué esperás de ese encuentro?
Marcos: Necesito preguntarle algunas cosas, sobre todo si me afirma lo que dijo, que me iba a apoyar en lo que yo necesite, quiero hacer cosas. Que me apoye en los cambios que haya que hacer. Imaginate que nosotros apoyamos a los políticos sin conocerlos. No sabemos quiénes trabajan, si son buenos, si son malos, y si se hace o no las cosas.
-¿Qué mensajes han recibido?
-Marcos: Recibimos varios mensajes de todo tipo, incluso nos han ofrecido plata, cualquier cantidad, nosotros no pagamos ni el alquiler. Ni el alquiler del local donde trabajábamos, ni el alquiler de mi casa, no tenemos un peso y no aceptamos nada. No aceptamos nada porque nosotros siempre nos valimos por nosotros mismos y no hemos ofrecido cosas importantes. No buscamos plata acá. Florencia está buscando trabajo y yo, por otro lado.
-¿Ese camino es lo que los mantiene hoy en pie?
-Marcos: Sí, esa va a ser mi nueva meta, mi horizonte, lo que hoy me mantiene con ganas de salir a luchar. Pero es otra clase de lucha. Yo no quiero salir a matar, a romper, como algunos me piden.
-¿Cómo recuerdan a Kim?
-Marcos: “Era una nena buenísima, no tenía maldad, súper compañera, cada segundo valió la pena. Fueron siete años, casi ocho, porque cumple años el 28 de abril. Fue una vida plena, la hicimos soñar en grande. Quería conocer la nieve y fuimos, aun estando separados como padres, pero en familia, como así también fuimos al mar para cumplir el sueño junto a su hermano. Me siento satisfecho con todo lo que logramos juntos como padres, unidos y separados. Estoy orgulloso.
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Así escapaban los ladrones que mataron a una nena de 7 años
Marcos y Florencia no encuentran palabras para agradecer el apoyo incondicional, el cariño inmenso que reciben a diario.
«Yo no soy de mostrarme mucho, soy más reservada, entonces a veces la gente piensa que no estoy, que no existo… pero sí, acá estoy», dice Florencia.
Los mensajes llegan de todas partes. Pequeños gestos, regalos, palabras de aliento. «Me escriben a la mañana para darme los buenos días, a la noche para desearme buenas noches. Incluso en la madrugada, cuando ven que no puedo dormir, me hablan, me sacan conversación. Se siente esa compañía constante, y eso es algo que valoro muchísimo», resalta ella.
Porque en medio de todo, lo que queda es eso: el amor, la contención, la certeza de que no están solos.
EMJ