«Una constante dentro de mi trabajo siempre ha sido el ser humano»

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La primera vez que Isabel Muñoz visitó nuestro país fue en 1989, cuando realizó su primer trabajo en Buenos Aires. Gracias a ello, su obra fue reconocida en París y a partir de allí, dio la vuelta al mundo haciendo retratos y tomando fotografías, con un anclaje asentado fuertemente en lo social.

Con esta serie, la fotógrafa se cuestiona qué planeta vamos a dejar a nuestros hijos y nietos si seguimos echando plásticos y basura al mar.

—‘Agua’ es una serie que empezaste en 2017 y continuás desarrollando; ¿qué despertó tu interés en abordar esta temática?
—Estaban realizando un documental en la TV española y un cámara me llamó porque quería empezar el documental con un trabajo de bailarines debajo del mar. En esa charla me comentó que el 30% de los peces que nos comemos son plástico y pensé en los jóvenes y en mis nietos. Además una constante dentro de mi trabajo siempre ha sido el ser humano y cuestionar de dónde venimos, dónde estamos y qué le vamos a dejar a los jóvenes. Así que no me lo pensé dos veces y tres días después estaba en la costa levantina, en España.

—¿Todas las fotos fueron tomadas allí?
—No. Empecé ahí y lo fui ampliando porque en paralelo, y después de 25 años de espera, se me había abierto Japón, donde hasta entonces lo que quería fotografiar no era accesible a una mujer. Trabajé en todos los mares de España y en los de Japón. Yo quería hablar de Japón a través de su mitología porque hay una diosa de la luz, Amaterasu, y la quería hacer debajo del agua. Allí conocí a Ai Futaki, que tiene dos récords Guinness de apnea y desde entonces trabajamos juntas para dar voz a ese mar.

—¿Qué trabajo querías hacer en Japón que estaba vedado a las mujeres?
—Hay una danza que se llama Butoh y yo intenté durante muchos años poder llegar a ella. Es una danza que nace después de la Segunda Guerra Mundial como una forma de protesta y para canalizar el dolor que representó perder la guerra y el horror de las bombas atómicas. Un grupo de intelectuales empezó a crear una contracultura y a bailar con los cuerpos cubiertos de cenizas, rompiendo con todos sus orígenes, porque en aquella época Japón creía que su emperador era un dios. Fue una verdadera revolución. Y después de 25 años y una exposición en Kioto tuve la oportunidad de trabajar con aquellos bailarines. Y lo hice en tierra y debajo del agua.

—¿Hacia dónde se seguirá ampliando la serie ‘Agua’?
—Pensamos seguir haciéndolo en distintas partes del mundo porque aunque la tierra es la tierra, el mar la baña. Es decir que en el mar no hay fronteras. Estamos pensando trabajar en Turquía, que tiene una de las partes del mar Mediterráneo más bellas que hay. Además hay un museo submarino en el que, entre otras cosas, se están recuperando los corales. Por otro lado, a mi me interesa sacar la naturaleza con un referentes del ser humano porque cuando miramos la naturaleza hay como una distancia, pero si la ves al lado de un ser humano, ese ser humano podrías ser tú. Además queremos trabajar aquí en el sur, donde tenéis unas ballenas maravillosas. Hemos trabajado debajo de los ríos también porque solo el 2.5% del agua del planeta es dulce y hay que cuidarla para que pueda seguir abasteciendo al mundo entero.

—Cosa que no estamos haciendo.
—No, y es una pena. Hay una frase que puso Lucía Álvarez Pérez, directora del Dionisi, en la que yo creo: “Muchos pequeños gritos hacen un gran grito”. He trabajado en reservas marinas en España y Japón que llevan 35 años funcionando y te puedo decir que ese mar se ha convertido en el mismo de hace tres décadas atrás. Algas como la Posidonia, que son el pulmón del Mediterráneo y que están desapareciendo, en estas reservas se han convertido en verdaderas praderas de más de dos metros de alto y de un color esmeralda precioso. Me gustaría dejar ese mensaje de esperanza y concienciar a la gente para dejar un mar a los jóvenes como el que nos dejaron a nosotros. Lo que se está mostrando en Córdoba es una obra inmersiva; me gustaría que el espectador se sienta dentro del mar y que ame ese mar porque no puedes amar lo que no conoces.

—¿Es verdad que te hiciste buza para hacer este trabajo?
—Sí. Yo no soy una fotógrafa de debajo del agua pero sí empleé mis conocimientos para contar historias en la tierra y los utilicé debajo del agua. Soy bastante obsesiva y normalmente cuando viajo voy con un ayudante; en este caso lo hice con un ayudante y Ai Futaki porque la necesitaba. Otras veces he trabajado con periodistas o activistas, gente que tiene cierta relación con el mar.

—¿Cuál fue tu sensación la primera vez que te sumergiste para hacer estos registros?
—Yo os aconsejo que probéis el buceo. Es una sensación muy especial, como estar de vuelta en el vientre materno. Es como una soledad compartida. Como cuando soñabas de pequeña que volabas. Luego, hay una sensación como de espacio de meditación, como un estado de éxtasis. Es muy especial.

PARA VISITAR. La exposición es una coproducción entre el Museo Palacio Dionisi y VF Art Projects, y puede visitarse hasta el 27 de julio.

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