La ex primera mandataria se ha vuelto un problema para el conjunto del peronismo, en medio de las idas y venidas de quien no se resigna a perder el protagonismo que ha tenido en los últimos años, cediendo la centralidad que le puede generar al justicialismo «un aggiornamento» que lo torne competitivo de cara al 2027. La capitulación ante el Gobernador bonaerense ha sido un trago difícil de digerir. No hubo convencimiento, sino resignación, de parte de quien aún no admite que Axel Kicillof haya roto «el cordón umbilical» con quien fue su mentora. Casi de inmediato al retiro del proyecto de Teresa García, Fernández de Kirchner impulsó una iniciativa para limitar la reelección a la categoría de legisladores provinciales, con expresa exclusión de los intendentes que, en su mayoría, pasaron a militar en la vereda de enfrente, en las huestes del Gobernador. Simultáneamente, Cristina, en otra jugada que fue considerada «un golpe bajo» por el axelismo, acotó los plazos del cronograma electoral, perjudicando la estrategia del peronismo.
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En este marco, todas las miradas se vuelven sobre Cristina que, lejos de contribuir a una construcción colectiva que apunte a la unidad en el principal distrito electoral del país, parece enfocada en estrategias desde lo personal de su situación judicial y en su voluntad de seguir siendo el elemento ordenador de las candidaturas, algo en lo cual -está claro- discrepa el resto del peronismo, comenzando por la propia provincia de Buenos Aires.
Producida la capitulación de Cristina ante el Gobernador, el gran interrogante es quién quedará con la birome de las candidaturas. No obstante, como telón de fondo del capítulo que se viene, surge la pregunta sobre quién pasará a conducir el PJ bonaerense en el pos kirchnerismo, siendo obvio que los intendentes que sostienen al Gobernador aspiran a la sustitución de Máximo por uno de los suyos.
Y, no menor, la gran asignatura pendiente, más allá de la candidatura mayor de 2027, es quién pasará a liderar al peronismo en términos de conducción política y estratégica. Algo que, a Cristina, le quedó grande, más allá de que haya logrado catapultarse a la presidencia formal del PJ, en la que no pudo terminar de hacer pie por el notorio vacío que, a su alrededor, ha generado su estilo de conducción, que la ha convertido más en la jefa de una facción, que en la líder del principal partido político del país.
De hecho, en el Congreso convocado para el viernes venidero en el Club Ferrocarril Oeste, no estará presente. Una ausencia que no condice con el liderazgo que pretende mostrar.
Elecciones del 7 de septiembre y 26 de octubre
La ex Presidenta quiere volver al Congreso de la Nación en estas elecciones de medio tiempo. A la Cámara de Diputados de la Nación, donde ya estuvo en el período 1997/2001 antes de pasar al Senado de la Nación.
Apuntaba a encabezar la lista y, desde ese posicionamiento, y en su rol de Presidenta formal del PJ, digitar el resto de las candidaturas no solo nacionales sino también provinciales. Ello hasta que asomaron conatos de rebeldía. Primero Corrientes, donde la interna está lejos de saldarse. Luego Misiones, Salta y Jujuy, hasta que el fuego llegó a la provincia de Buenos Aires, donde el Gobernador impuso «a sangre y fuego» su propia estrategia política, más allá de las presiones de Máximo Kirchner y Sergio Massa, y de las embestidas finales de la misma Cristina, que no logró modificar la postura de Kicillof, quien no sólo apuntaba a generar las mejores condiciones objetivas para la elección, sino a asumir públicamente un distanciamiento de Cristina, algo que, en términos de proyección política, era una jugada necesaria para mostrar esa nueva melodía de la que habló el Gobernador hace meses y que reclama el cuerpo electoral de la Nación: volver a creer.
Las cosas cambiaron. Al pasar a votar de manera separada, el margen de acción de Cristina se acotó. Corría el riesgo de quedar sin la poderosa estructura del peronismo bonaerense, claramente desmotivada por el personalismo exacerbado de la ex Presidenta. Ahí surgió la idea de replegarse a una candidatura provincial. Imaginó ello como una maniobra de presión que tampoco tuvo efecto, y finalmente volvió sobre sus pasos, consciente de que La Plata, la ciudad de sus años juveniles, está bastante más a trasmano de Constitución que las avenidas Rivadavia y Callao y el Instituto Patria, desde donde imaginó seguir influyendo en la vida de un partido que busca su propio destino.
Los fueros, esa realidad que juega con los tiempos
Ser candidata en Provincia es vendida como una jugada estratégica, en términos electorales, para tener músculo en el primer turno del 7 de septiembre y llegar, mejor posicionados, a la elección de diputados nacionales el último domingo de octubre.
¿Prima la estrategia política o el escudo judicial? Lo cierto es que una doble candidatura anticiparía los tiempos para la eventualidad de que el más alto Tribunal de la Nación cierre filas con la idea del ministro Ricardo Lorenzetti, de acelerar los tiempos de la llamada Causa Vialidad. Ello, de ser así, conllevaría a la inhabilitación político-electoral y la exclusión del padrón de Cristina Kirchner.
Una batalla ganada del Gobernador, y del peronismo bonaerense, es que la conformación de las listas, a partir de este turno electoral, seguirá otros parámetros, con gravitación decisiva de los jefes comunales que se sienten ganadores en esta pulseada en la que, «a cielo abierto», ha quedado expresado el comienzo de la segunda renovación en el peronismo, cuatro décadas después de la primera.
Cristina será posiblemente candidata a diputada provincial y también nacional, mientras «prende una vela» para que la Corte Suprema de Justicia de la Nación no baje antes el telón. Los que saben aseguran que habría una gestión ante el Papa Francisco para que, desde la Santa Sede, la siempre escuchada palabra de Su Santidad sea tenida en cuenta…
El interrogante es por qué, considerando que el tema -a criterio del kirchnerismo- era político, no se apeló, bajo la presidencia de Alberto, a la figura del indulto, que hubiera evitado el estar «con el Jesús en la boca» a tiro de los tres supremos, a los que acosó, sin piedad ni poder de fuego, en los últimos años, una estrategia tan errada como la de no coronar al jefe de los fiscales de la Nación, cargo importante si lo hay, teniendo el Poder Ejecutivo y el Senado.