Los católicos esperaban una revolución, pero no fue la que terminó impulsando Francisco

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CIUDAD DEL VATICANO.- En 2019, cuando el papa Francisco convocó a los obispos a Roma para discutir la ordenación de hombres casados en zonas remotas de América del Sur, el encuentro elevó las expectativas de un revolucionario cambio en ciernes sobre el celibato sacerdotal.

Esos obispos venidos de todo el mundo le recomendaron que lo hiciera, y el propio Francisco venía diciendo desde hacía tiempo que quería que el cambio en la iglesia viniera desde abajo hacia arriba.

Pero Francisco al final se echó atrás: decidió que la Iglesia todavía no estaba preparada para levantar una restricción de más de 1000 años. Muchos de sus partidarios, que esperaban que fuese el papa de los cambios radicales, se sintieron decepcionados.

Ese es un ejemplo notable de hasta qué punto Francisco fue un papa que cargó con enormes, tal vez desmedidas expectativas. Su estilo fresco y revolucionario llevó a los fieles de todos los espectros del catolicismo a revestirlo de sus más ambiciosas y muchas veces poco realistas esperanzas y temores, más allá de lo que él pudiera decir o hacer.

Las filas para despedir al Papa en el VaticanoANDREJ ISAKOVIC� – AFP�

Algunos católicos progresistas olvidaron que Francisco era la cabeza de una institución profundamente conservadora, y esperaban que autorizara la ordenación de mujeres, que cambiara las enseñanzas de la Iglesia sobre el control de natalidad, y que se pusiera de lleno a favor de las uniones y hasta los matrimonios del mismo sexo. Y los conservadores, por su parte, incluyendo a algunos que se convencieron a sí mismos de que el papa argentino era secretamente un comunista, lo demonizaron pensando que venía a prenderle fuego a la doctrina de la Iglesia, por más que Francisco ni siquiera la tocó.

Los defensores de la transparencia valoraron la mayor claridad que Francisco impuso en el Banco del Vaticano, pero exigían más reformas financieras. Los defensores de las víctimas de abuso sexual clerical agradecieron las nuevas medidas de protección, pero demandaban medidas universales de tolerancia cero.

“Para un católico de izquierda, el Papa habló maravillas, pero no logró los cambios que se esperaban de él”, dice John L. Allen Jr., veterano analista del Vaticano y editor de Crux, una publicación especializada en la Iglesia Católica. “Y por cada uno de esos católicos progresistas hay un católico conservador que piensa que el Papa fue demasiado lejos”.

Pero tanto sus partidarios como sus detractores y analistas del Vaticano coinciden en que Francisco también hizo mucho.

“Cambió esencialmente la cultura de la Iglesia, y sin siquiera tocar realmente ninguna doctrina”, señala el padre Thomas J. Reese, un destacado analista del Vaticano que en 2005 fue echado por el futuro Benedicto XVI de su cargo como editor de una revista católica por haber publicado artículos críticos con las posturas de entonces de la Iglesia. Francisco, dice Reese, “abrió un espacio para la discusión y el debate que permitió que los teólogos vuelvan a hablar y escribir sobre ciertos temas, porque creía que la teología debía crecer, para descubrir la manera de predicar el evangelio en el siglo XXI sin repetir fórmulas del siglo XIII que ya nadie entiende. Y esos sí sin cambios revolucionarios”.

Los cardenales presentan sus respetos ante el cuerpo sin vida de FranciscoALESSANDRO DI MEO – POOL

Pero también hubo cambios concretos. Francisco abrió la puerta para que los católicos divorciados y vueltos a casar recibieran la comunión, dándoles la libertad de hacerlo a los sacerdotes y obispos locales. Pero en lugar de cambiar la ley eclesiástica, animó a la gente a participar con sus sacerdotes en el proceso de oración sobre ese tema.

Abrió los sínodos de obispos —su órgano de decisión preferido— a laicos y mujeres, y colocó a las mujeres en puestos importantes dentro de la poderosa burocracia romana que gobernaba la iglesia. Suprimió la misa en latín, tan apreciada por los tradicionalistas que deseaban restaurar las viejas fórmulas, introdujo cambios litúrgicos para que las oraciones de la Iglesia fueran más accesibles en idiomas locales y permitió que los sacerdotes bendijeran a las parejas del mismo sexo. Pero también permitió que los sacerdotes africanos que se rebelaron contra esas bendiciones ignoraran la norma.

Los cardenales que eligieron a Francisco en 2013 lo hicieron con un claro deseo de que reformara la Curia, y él introdujo una nueva Constitución del Vaticano, racionalizó sus burocracia para evitar la superposición de funciones y el derroche, e introdujo cambios culturales.

Las filas para el funeral de FranciscoALESSANDRO DI MEO – EPA/ANSA

Los partidarios de Francisco dentro de la jerarquía eclesiástica y los analistas con más experiencia del Vaticano afirman que el efecto de Francisco en la Iglesia fue más complejo, y en cierto modo más profundo, que los cambios de políticas o las reformas específicas, porque se propuso cambiar la forma en que la Iglesia se veía a sí misma, exhortando incesantemente a su jerarquía a no actuar como príncipes con su rebaño. “Cambiar el proceso es más importante que cambiar el resultado. Es más profundo. Es más importante. Es más duradero”, señala el cardenal Michael Czerny, colaborador cercano de Francisco, sobre aquellas reuniones de obispos. “Los temas son secundarios”.

Pero Czerny agrega que a la larga, un proceso más colegiado y de abajo hacia arriba, termina por facilitar el abordaje de temas difíciles y tomar decisiones progresistas con mayor legitimidad. Preocuparse por la posibilidad de que ese proceso sufra un retroceso, dice Czerny, no tiene sentido, ya que el nuevo papa podría decidir cualquier otra cosa.

“No hay nada que hayamos hecho en 2000 años que no pueda ser revertido”, dice el cardenal, pero deshacer un cambio de proceso tan profundo sería un retroceso drástico y muy difícil de lograr.

En el escenario mundial, los cambios que introdujo podrían ser igualmente duraderos. Francisco buscó llevar la Iglesia al mundo, y nombró cardenales países remotos para ampliar la presencia global de la Iglesia.

Pero quizás el cambio más significativo para la Iglesia se verá en las próximas semanas.

Francisco nombró a gran mayoría de los cardenales que elegirán a su sucesor, en muchos casos prelados que compartían sus prioridades de cercanía con los pobres, de acoger a los marginados y priorizar temas como el cambio climático.

Para muchos, la pregunta ahora es si esos cardenales elegirán a alguien que cumpla o defraude las expectativas de los católicos que apoyaron a Francisco. Pero quienes mejor conocieron a Francisco dicen que su legado no debe ser juzgado por las expectativas poco realistas que muchos depositaron en él.

“En muchos sentidos, Francisco era un jesuita conservador a la antigua”, dice el arzobispo Paul Gallagher, ministro de relaciones exteriores del Vaticano, “Y al mismo tiempo, era un hombre muy receptivo a lo que dicen otras voces dentro de la Iglesia”.

La historia de su pontificado, dice Gallagher, queda sintetizada en la unión de esas dos características.

Traducción de Jaime Arrambide

The New York Times

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