Mitos y mentiras sobre el régimen previsional argentino

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Se fundamentará en dos grandes líneas: En primer lugar mostrando la falacia de la supuesta no sustentabilidad del régimen previsional general en el caso concreto de Argentina. En segundo lugar, realizando algunas reflexiones más generales sobre trabajo, salario y jubilación.

Empleo y aportes jubilatorios en Argentina

Políticos y profesionales al servicio del empresariado suelen utilizar datos económicos y demográficos para sostener que el modelo tradicional ya no es viable, omitiendo puntos básicos y por todos conocidos (aunque ocultados). Veamos algunos de ellos:

En primer lugar, el importante peso del trabajo no registrado. En el año 2002 llegó a medir 49% de los asalariados, o sea la mitad de los mismos, mientras que en la actualidad, el trabajo no registrado llega al 37%. En el sector privado, ramas de actividad como la construcción, el comercio y el sector agropecuario, son las que muestran los valores más altos. Es decir hay una enorme deuda de los empresarios con el sistema previsional que debería ser pagada a través de un impuesto extraordinario. A su vez se debe combatir el trabajo no registrado. Los principales beneficiarios son las grandes empresas que subcontratan y/o logran salarios a la baja.

En segundo lugar se debe mencionar el falso cuentapropismo, que genera un porcentaje sustantivo de mano de obra con bajos aportes, sin aportes patronales, incluso en el mismo sector público. La figura de monotributistas, becarios, residentes, etc., conforma un conglomerado de formas contractuales que encubren la relación asalariada y le permite a empresarios y al propio estado no realizar aportes jubilatorios.

Es otra cara de lo mencionado en el punto anterior consistente en trampas y actos ilegales del empresariado para “reducir costos” y aumentar sus ganancias. El propio INDEC reconoció que un 42% de los trabajadores ocupados son informales (como ya se mencionó dentro de los asalariados la informalidad llega al 37% y dentro de los cuentapropistas al 57%).

Un tercer aspecto se vincula con la brutal caída salarial que se produce a partir del inicio de la dictadura empresarial-militar de 1976 y la caída de los asalariados en la participación en el ingreso nacional, cuando el salario real cayó un 35% entre marzo de 1976 y marzo de 1977. Más allá de los vaivenes existentes en distintas coyunturas, la tendencia general es a la caída, tanto en los ingresos reales como en la participación. Tanto es así que la caída del salario real entre el año 1976 y el año 2024 está calculada entre un 60% y un 70%. Aun así, los mismos sectores sociales que pagan salarios de hambre son los que afirman que las cajas no tienen fondos.

Por último se debe mencionar el desempleo, que llegó a valores extremos también en el año 2002 (21%), pero que ya desde la década del ’80 del siglo XX empieza a mostrar valores muy por encima de los históricos hasta ese momento. Cabe mencionar que incluso en épocas de menor desempleo en las últimas décadas, los valores duplican o triplican los niveles de desocupación históricos de Argentina. Los aumentos de la tasa de desocupación fueron paralelos a aumentos en la productividad, es decir respondieron a mayores niveles de explotación.

A todo esto le falta mencionar que en repetidas oportunidades se rebajaron los aportes patronales (con la excusa de incentivar el empleo, cosa que jamás sucedió), por ejemplo en los años 90, 2005, 2008, 2017 y 2020. Y el actual gobierno condonó la deuda de aportes empresarios.

Es la tormenta perfecta, existe casi un 40% de mano de obra asalariada sin registrar, obligan a casi un 30% de la población activa a ser monotributista o trabajar bajo otras formas fraudulentas esquivando aportes patronales, periódicamente se reducen los aportes patronales, se pagan sueldos miserables y, por otra parte, se mantiene un porcentaje significativo de trabajadores desocupados.

Obviamente bajo estas condiciones no hay sistema previsional que resista. No es un problema del régimen previsional nacional, sino el resultado lógico y esperado de la ofensiva del capital contra los trabajadores. No se resuelve con criterios de ajuste fiscal, recorte de derechos o eliminando moratorias sino poniéndole freno al gran capital y obligándolo a pagar la deuda enorme e histórica que tiene con los trabajadores.

Un punto que merece ser tratado especialmente es la jubilación de las “amas de casa”. A esta altura de la historia no debería quedar ninguna duda que el conjunto de tareas llamadas domésticas”, las garantizan la reproducción de la vida cotidiana, hacer las compras, preparar la comida, cuidar a la/os hija/os, hacer la limpieza, etc. es trabajo, es mucho trabajo, y son tareas sin las cuales la humanidad no se sostiene.

El debate suele centrase en por qué se jubilan si no aportaron, y la respuesta es muy sencilla, no aportaron porque no se remuneró ese trabajo. Y ese trabajo no se remunera porque es el mejor negocio para el capital. Si esas tareas se resolvieran en el “mercado” (comprar comida ya elaborada, tener una persona que cuide a los niños, los lleve a la escuela, los haga dormir, que limpie la casa, etc.) el salario del trabajador debería ser mucho mayor. Pero además en los casos que efectivamente se “ofrece” en el mercado se hace de forma predominantemente precarizada, sin registrar y con salarios bajísimos (son sectores feminizados).

Las llamadas tareas domésticas y de cuidado familiar son un trabajo central de reproducción de la vida social y de reproducción del capital, que el capital en general no paga. Por ello no se debe confundir quien recibe los cuidados, con quien se beneficia económicamente de los mismos. Nadie acusaría a quien mira un televisor de explotar a los trabajadores que lo fabricaron, quien se beneficia es el empresario fabricante de televisores, en el caso de las tareas de reproducción de la vida cotidiana no remuneradas quien se beneficia es la clase capitalista de conjunto.

Quién genera la riqueza –el valor- y quién se apropia de la misma

Pero el tema central y de fondo es que toda la riqueza generada es producto del trabajo humano. La riqueza no viene de la tierra, el dinero o la tecnología, sino del trabajo humano que transforma la naturaleza en bienes y servicios útiles.

El llamado capital [1] (dinero, máquinas, fábricas, tierras) no «genera» riqueza por sí mismo:- El capital es trabajo “muerto”, trabajo ya realizado y plasmado en un objeto o un servicio: – Las máquinas y herramientas, las computadoras, los trenes, etc. son productos de trabajo ya realizado (una computadora fue producida, ensamblada, distribuida y entregada por trabajadores).

La maquinaria aumenta la productividad, pero esa maquinaria es el resultado de un trabajo anterior. No se creó con plata sino con trabajo humano.

El capitalista no genera nada, solo vive de lo creado por las y los trabajadores.

Si toda la riqueza acumulada es resultado del trabajo, no es posible pensar que no haya forma de garantizar la vida de quienes han dedicado décadas a producir los bienes y servicios que sostienen la sociedad.

[1] En realidad el capital es una relación social: una clase produce la riqueza (los trabajadores) y otra clase se la apropia (capitalistas)

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