Esta mañana, un informe del periodista Gustavo Grabia en el programa ¿Y Ahora Quién Podrá Ayudarnos? de Ernesto Tenembaum, por Radio Con Vos, expuso lo que se esconde detrás del discurso “anticasta” de Javier Milei. Grabia identificó a la patota que ingresó encapuchada al cierre de campaña de La Libertad Avanza en Moreno: no eran militantes de base ni “ciudadanos comunes”, sino barras bravas con antecedentes de violencia, reclutados para cumplir el mismo rol de fuerza de choque que usaron otros gobiernos.
Los nombres son contundentes. Ariel “Pato” Calvisi, ex UOCRA La Plata, con vínculos en sindicatos y la política, aparece al frente de un grupo ligado a negocios turbios y agresiones. Matías Joel Saco, ex barra de Platense, acumula causas por narcotráfico, robos y salideras bancarias. Sebastián Barraza pertenece a la histórica “facción del Oeste” de la barra de River, una de las más pesadas y violentas. La familia Bellino dominó durante años la barra de River en la zona de Morón, con antecedentes de extorsiones y aprietes. Y Daniel “Dani” Andrada, de Moreno, era la mano derecha de “Saviolita”, el verdadero “pesado de los pesados” en la zona oeste, asesinado en una toma de tierras durante la pandemia. Todos con prontuarios que incluyen aprietes a comerciantes, vínculos con el narcotráfico, negocios de seguridad en boliches, falsificación de documentos y participación en bandas de robo.
Estos grupos no empezaron con La Libertad Avanza: llevan años operando como fuerza de choque, sobre todo para el peronismo, el macrismo y otros partidos tradicionales. A diferencia del Frente de Izquierda, que se sostiene en activistas y militantes de base —trabajadores, jubilados, estudiantes, jóvenes y luchadores sociales—, estas patotas son viejos conocidos de la política clásica, reciclados ahora bajo el sello libertario y acostumbrados a recurrir a la violencia para imponerse.
El armado no fue espontáneo: corrió por cuenta de Sebastián Pareja, operador político de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires y hombre de confianza de Karina Milei. Una vez más, la hermana del presidente queda envuelta en un escándalo: lejos de ser la supuesta “organizadora prolija” del aparato libertario, aparece asociada al despliegue de barras para custodiar actos y enfrentar a los vecinos que protestan. Es la casta en estado puro: punteros reciclados, patotas violentas y barras con antecedentes, ahora bajo el sello libertario.
El entramado no termina ahí. El escape en moto del diputado nacional José Luis Espert, durante los enfrentamientos con vecinos en la caravana de Milei en Lomas de Zamora, fue otra postal que muestra el verdadero rostro del armado libertario. En aquel episodio, el 27 de agosto, los vecinos arrojaron verduras y piedras contra la comitiva de Milei y el presidente tuvo que ser evacuado. Espert, en vez de subirse a la camioneta oficial, huyó en una moto que —según dijo— conducía un transeúnte que lo ayudó de casualidad. Esta mañana se confirmó que aquel “motoquero solidario” era en realidad Damián Matías Rosati, barra brava del club Comunicaciones con antecedentes policiales.
Los hechos hablan por sí solos. Milei se presenta como el defensor de la “anticasta”, pero se rodea de barras con historial de violencia, punteros reciclados y operadores políticos que ya son viejos conocidos de la política tradicional. La construcción del poder libertario se sostiene en las mismas prácticas que decía combatir: violencia, patotas y negocios turbios. Como señaló Grabia, no es una anécdota ni un exceso, es un método de construcción de poder. Detrás del disfraz ‘anticasta’ se esconde la misma corrupción de siempre, y Milei solo es la máscara.