Tras las renuncias de Francos y Catalán, el Presidente acelera la segunda etapa de su mandato. El ascenso del ahora ex vocero presidencial, Adorni, consolida la capacidad de maniobra de Karina, mientras que el inminente desembarco de la joven figura libertaria como Ministro del Interior se perfila como la jugada clave para negociar la nueva agenda de reformas con los gobernadores.
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Por Jaime Meza
Jefe de Redacción
La política es, a veces, el arte de postergar lo inevitable. Pero esta semana, lo inevitable golpeó la puerta de la Casa Rosada. Las intempestivas renuncias de Guillermo Francos a la Jefatura de Gabinete y de Lisandro Catalán al Ministerio del Interior pusieron fin a una saga de rumores, desgastes y roces internos que venían tensionando al máximo al círculo rojo del poder.
El portazo de Francos, un negociador que terminó «enredado en una competencia interna por conducir la negociación política» y exponiendo diferencias con Santiago Caputo, despejó el tablero. Su salida, y la de su alfil, Catalán, no fue un simple cambio de nombres: significó el punto de inflexión que marcó el inicio de la segunda etapa del mandato de Javier Milei.
El Presidente se vio forzado a dar el paso que venía demorando y la elección del reemplazo es, en sí misma, una declaración de principios.
PIEZA CLAVE PARA FEDERALIZAR
Con Adorni en la administración, la pieza que faltaba para cerrar el nuevo esquema de poder es la del interlocutor político. Y todas las miradas apuntan a Santiago Caputo.
Aunque el Presidente aún debe definir su rol formal que quiere que asuma esta joven figura del poder central -además de las sucesiones en Seguridad, Defensa y Justicia tras las partidas de Bullrich, Petri y Cúneo Libarona al Congreso-, en la Casa Rosada dan por hecho que el «Triángulo de Hierro» (Javier, Karina y Santiago) se cerrará con Caputo al frente del Ministerio del Interior, posiblemente con facultades ampliadas.
Este movimiento es, quizás, el más relevante para lo que viene. Milei se prepara para una nueva agenda de Gobierno que incluye no sólo un ambicioso temario de reformas (laborales, tributarias), sino también un despliegue territorial con visitas a las provincias.
En esta nueva etapa, con una próxima visita a Corrientes en el radar, los gobernadores ya no pueden permitirse la confusión de no saber con quién hablar. Necesitan un interlocutor que tenga la lapicera, el teléfono directo del Presidente y el poder real para negociar.
Francos, desgastado en la interna, ya no cumplía ese rol. Santiago Caputo, en cambio, sí. El asesor no sólo tiene «buenos lazos con los gobernadores» y con el «espacio del centro» en el Congreso, sino que también maneja el diálogo con el mundo sindical y ha retomado el vínculo con Mauricio Macri.
El nuevo equilibrio de poder parece claro: Adorni, en la gestión diaria y Caputo, en la rosca política. Es la fórmula con la que Milei busca blindar su Gobierno, centralizar las decisiones y encarar las negociaciones que definirán el éxito, o el fracaso, de su segundo año de mandato.
El ascenso
El nombramiento de Manuel Adorni como nuevo jefe de Gabinete es la crónica de un ascenso fulminante. El ahora ex vocero, de probada eficacia mediática y buena sintonía con el ecosistema libertario, tiene un galardón que lo distingue del resto: es el único del Gabinete que «pasó la prueba de las urnas», al ganar la elección porteña en mayo último.
Su designación, sin embargo, tiene una lectura de poder más profunda: empodera y consolida la autoridad de Karina Milei. Adorni, quien llegó al Gobierno por decisión presidencial, se encolumnó rápidamente detrás de la Secretaria General de la Presidencia.
«MILEISTA» DE PRIMERA HORA
Su lealtad probada y su capacidad para evitar las internas de palacio -incluso durante el «tortuoso tránsito electoral»- lo convirtieron en la figura ideal para administrar la gestión bajo la supervisión directa de «El Jefe».
Se trata de un funcionario que sabe afrontar diplomáticamente las chicanas propias de la política y, por lo visto con su designación, manejar el «vestuario» de un equipo que se siente ganador y que tendrá un 2026 crucial para las aspiraciones de 2027.
Toda una lectura que demuestra el interés de los hermanos Milei de asegurarse de un entorno de paladar negro, pero con la astucia que demanda una arena tan cambiante como la de la política argentina.
Corrientes, con la «guardia alta»
El Gobierno provincial se encuentra en una coyuntura de constantes cimbronazos nacionales que obligan a una lectura precisa, alejada de los impulsos políticos.
El hecho de estar desfasados en el calendario electoral coloca, casi siempre, a la Provincia en situaciones de incomodidad institucional.
En los últimos tiempos, Gustavo Valdés debió afrontar varios frentes abiertos, soportando la embestida (de siempre) de los kirchneristas y viendo cómo sortear la intransigencia libertaria, algo que pasó con creces al dejar en el cuarto lugar al exponente que intentó imponer Casa Rosada en agosto.
Sin embargo, como siempre sucede con el electorado correntino en los turnos electorales nacionales, quedó en claro que La Libertad Avanza llegó para quedarse, por lo menos, por otros cuatro años.
Mientras esto se confirmaba el pasado domingo 26 de octubre, previo a ello, Valdés debió plantarse ante el intento de imposición que devino de Casa Rosada a la hora de negociar agenda de Estado teñidas de intereses políticos. Esto derivó en un quiebre de relaciones y en una «guerra fría» indisimulable.
Gustavo, ya transitando su último mes como gobernador, se encontró con un Javier Milei empoderado, en un país casi teñido de violeta en su totalidad. Y a él, capitaneando con otros de sus pares el núcleo de Provincias Unidas, que las urnas del último llamado lo dejaron como el único ganador de este «enclave interior» que pretende terciar entre las «fuerzas del cielo» y el kirchnerismo.
Este nuevo contexto lo llevó al encuentro de días atrás, donde coincidió con otros 19 mandatarios provinciales. Es que la intransigencia de Casa Rosada pareciera haber llegado a su fin.
Pero los radicales y sus aliados advierten que este «volantazo» de Balcarce 50 se dio más por necesidades de la gestión libertaria en el Congreso, para poder avanzar con las reformas, que por una verdadera idea de federalizar la planificación argentina.
Con este preconcepto casi adherido, el actual Gobernador deberá transitar su sprint final de gestión con la experticia de un «viejo lobo» de los mares políticos en el que se convirtió y con la que supo instalarse en la escena nacional (para lo que se viene).
Deberá despejarle el horizonte a su hermano. Juan Pablo ingresará a la Rosada correntina con un escenario modificado, con las nuevas conformaciones (mirando lo nacional) en las cámaras legislativas y los nuevos interlocutores que serán los que faciliten o -se espera que no- dificulten la obtención de obras, recursos y demás requerimientos explicitados en los últimos meses por Gustavo al poder central que, además, puso sobre la mesa el pasado jueves, entre sonrisas tensas, con la mirada del Gabinete nacional completo y de otros 19 gobernadores.
En diciembre se verá. Ya será el turno de Juan Pablo, que promete mostrar su impronta casi de inmediato.
