El liderazgo correntino en el que apuestan para refundar la UCR

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La Unión Cívica Radical atraviesa la crisis a escala nacional más profunda de su historia reciente, marcada por un inédito retroceso legislativo y la amenaza de la irrelevancia ante la polarización. Sin embargo, en medio del desplome y la incertidumbre, emerge una figura que parece resistir la marea libertaria y la debacle interna: Gustavo Valdés.

El Gobernador de Corrientes, el único bastión donde el radicalismo logró imponerse sin depender de acuerdos electorales con La Libertad Avanza, se perfila como el dirigente con mayor capital político para tomar las riendas del partido en las cruciales internas de diciembre.

La UCR, reducida a sólo seis bancas propias a partir del 10 de diciembre, enfrenta la disyuntiva de plegarse al oficialismo de Milei o defender sus banderas históricas. Esta tensión, evidenciada en derrotas locales en provincia y Ciudad de Buenos Aires, expone la debacle de una fuerza devorada por sus propias internas y acorralada por el electorado, ante una cúpula comandada por el errático Martín Lousteau.

INEXPLICABLE. Hasta hoy, pocos entienden por qué fue elegido. Su figura nunca fue aceptada dentro de la orgánica. Su permeabilidad con el kirchnerismo siempre generó dudas. Para muchos, su ungimiento fue una mera maniobra para evitar, en su momento, que el correntino alcanzara a comandar la cúpula.

La búsqueda de una brújula para la supervivencia se concentra ahora en la sucesión partidaria que definirá el futuro de la Unión Cívica Radical (UCR).

El drama radical se resume en una única y existencial disyuntiva: plegarse a la emergente fuerza de La Libertad Avanza (LLA) o atrincherarse en la defensa de sus banderas históricas, que hoy parecen tener escasa resonancia en el esquema bipolar de la política nacional.

CASI COMO UN KNOCKOUT

La elección de octubre fue un golpe demoledor, con la UCR obteniendo triunfos sólo en cuatro provincias. La paradoja es punzante: en tres de ellas (Chaco, Entre Ríos y Mendoza) los acuerdos electorales con LLA fueron la clave para no quedar atrás.

DESHOJANDO LA MARGARITA. Gustavo es el único radical que decidió romper lazos políticos con la Casa Rosada. Hubo un acercamiento en tiempos de armado electoral, pero se encargó de anunciar el alejamiento. En la actualidad, aplica una diplomacia de «guerra fría» con Milei. En su espalda, la presea de ser el único ganador de Provincias Unidas.

Sólo en Corrientes, bajo el liderazgo del gobernador Gustavo Valdés, la lista radical logró imponerse sin la sombra del oficialismo nacional, perfilando al correntino como el dirigente mejor posicionado para asumir la conducción nacional en los inminentes comicios internos de diciembre.

EL RECAMBIO NECESARIO

La sucesión partidaria es el primer round para definir el rumbo. Con la salida de Martín Lousteau de la presidencia, se abre una oportunidad tanto para ordenar a las «distintas tribus» radicales como para una implosión que convierta las fisuras internas en fracturas expuestas. Se advierte así un choque de posturas: pragmáticos versus defensores de la identidad.

La tensión se intensifica ante la posibilidad de una convergencia con el Gobierno. El mendocino Alfredo Cornejo -quien logró una contundente victoria en su provincia con un tándem electoral cercano a LLA- aparece en la órbita de la conducción nacional. Su eventual asunción despierta la pregunta crucial: ¿impulsará una alianza con Milei que termine por sacrificar la histórica defensa radical de principios, como la educación pública?

OTRO, EN CARRERA. El mendocino Cornejo también es un peso pesado de la UCR. Pero su triunfo quedó atado a su alianza con LLA. Todo un detalle a la hora de gravitar en las líneas internas correligionarias a escala nacional. No quieren repetir el error de Lousteau, con un discurso y una planificación que circuló por un «gris» que debilitó la orgánica a la hora de plantarse en el escenario electoral.

Dirigentes como el diputado Pablo Juliano, quien encabeza el bloque disidente Democracia para Siempre, expresan un rotundo rechazo a la claudicación ideológica: «¿Qué sentido tiene llevar el radicalismo a LLA cuando está claro que Milei no nos quiere y tampoco nos necesita?». Esta postura es compartida por otros, como el bonaerense Pablo Domenichini, quienes lamentan que parte del correligionarismo haya creído que «había que ponerse el buzo violeta», a pesar de las diferencias de fondo con el espacio libertario.

Esta fragmentación, marcada por las líneas internas con autonomía y la falta de un liderazgo nacional sólido, ha tenido un costo directo: la provincia de Buenos Aires, un territorio clave, ha dejado a la UCR con sólo tres legisladores, un número que iguala a su bloque disidente.

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